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El son de los que no se rinden

Emprender lejos de la isla
17 de junio de 2025 por
El son de los que no se rinden
Aliuska Gámez Lambert

Cuba no cabe en una maleta, pero quienes salen de ella llevan consigo algo aún más poderoso: su ingenio, su calor humano, su capacidad de reinventarse una y otra vez. No importa cuán lejos estén del Malecón, del aroma del café colado al alba o de las tardes de dominó en la esquina: los cubanos llevan a su país adentro, como un pulso constante, como una brújula que los conecta con sus raíces. 

Entre la incertidumbre de migrar y el deseo de dejar huella, estas personas han logrado algo notable: plantar nuevas raíces sin olvidar las antiguas. Aquí te comparto tres historias reales de emprendimientos cubanos que florecen lejos de la isla, pero no lejos de su alma. Son relatos de esfuerzo, sí, pero también de comunidad, de talento y de pasión. Porque cuando la identidad se convierte en motor, lo que nace es mucho más que un negocio: es una forma de resistir, de contar quiénes somos… y de celebrar que seguimos de pie.

Ricky Thyam: De Holguín a Mérida, con una guitarra y un sueño

Cuando Ricky Thyam llegó a Mérida en 2017, lo hacía con la intención de seguir su camino hacia Estados Unidos. Pero la ciudad blanca lo abrazó de tal forma que decidió quedarse. Lo que comenzó como un músico tocando en plazas y bares, se convirtió en un pequeño imperio familiar.

Hoy, Ricky lidera su propia banda musical, atiende una barbería llamada “Ricky Thyam Barber & Music”, y junto a su padre comanda los fogones de Atope Pizzas, una pizzería que mezcla el sabor cubano con ingredientes locales.

“Todo empezó con la música”, cuenta Ricky. “La música fue la llave. Luego vino la barbería, y después la pizzería… y ahora somos una familia trabajando unida, aquí, donde nunca imaginamos”.

Atope Pizzas es más que un restaurante: es una extensión de su hogar, donde cada pizza cuenta una historia, y cada cliente es recibido como un amigo. Emplea a 16 personas entre músicos, barberos y cocineros, y ya planea llevar su concepto a otras ciudades de América Latina.

¿Dónde encontrarlos?

          

La Siempre Habana: Un taller de arte que graba puentes entre Cuba y México

En una pequeña calle de Cuernavaca, se esconde una joya silenciosa del arte latinoamericano: La Siempre Habana. Fundado en el año 2000 por el artista cubano Luis Miguel Valdés Morales y el poeta mexicano Cuitláhuac Rangel, este taller nació como un espacio íntimo para la obra personal de Valdés, pero pronto se transformó en algo mucho más grande: un refugio para el grabado, la creación y el intercambio cultural.

Las paredes están vestidas con las huellas de más de 60 artistas cubanos y mexicanos, cuyas obras han encontrado eco no solo en las salas de exposición de México y Cuba, sino también en colecciones privadas y museos en Estados Unidos y Europa. En cada pieza que nace en el taller se mezclan los acentos, los saberes, las nostalgias.

Valdés Morales, formado en La Habana pero forjado también en la escena artística mexicana, ha logrado lo que pocos: convertir un rincón del exilio en un epicentro cultural, donde la gráfica tradicional convive con nuevas formas de expresión. El nombre, La Siempre Habana, no es gratuito. Es un ancla, un homenaje constante a la ciudad que se lleva dentro, incluso cuando se camina lejos de sus calles.

¿Dónde encontrarlos?

     

Los Transferencistas: Arte que cruza océanos, cuerpos y emociones

En la bulliciosa Ciudad de México, otro tipo de emprendimiento cubano florece, lejos del comercio y la gastronomía: el arte. El colectivo Los Transferencistas, fundado por el artista cubano Lázaro “Lacho” Martínez, junto a su compatriota Reinier Usatorres Valdés y otros creadores mexicanos, trabaja en la frontera de la pintura, el performance, la música y la terapia artística.

Su nombre proviene de una metodología que ellos mismos desarrollaron: “la transferencia”, una forma de crear desde el cruce de experiencias personales y colectivas. Su trabajo ha cruzado fronteras, con exposiciones en Colombia, Italia, Emiratos Árabes, Israel y más.

“No somos solo artistas. Somos migrantes, terapeutas, sanadores, archivistas de lo invisible”, explica Lacho. “Nuestro arte es también nuestro exilio”.

Los Transferencistas no venden un producto: comparten procesos. Usan el arte como puente entre Cuba y México, entre la memoria y la posibilidad, entre lo que se fue y lo que puede nacer.

¿Dónde encontrarlos?

     


​Estas tres historias no son excepciones. Son reflejo de algo más amplio y poderoso: la capacidad del pueblo cubano para rehacerse, para inventar futuro donde parecía que no lo había. En panaderías improvisadas, en barberías con música en vivo o en performances que viajan más allá del idioma, hay una Cuba que no se ha ido: se ha trans​formado. Desde el Caribe hasta el sur de México, desde el silencio del café humeante hasta el bullicio de una galería, los emprendimientos cubanos en México son prueba de que migrar no es solo irse, sino también llegar. Y al llegar, muchos no solo sobreviven: florecen.