“Todo ha sido un proceso demasiado desgastante. Hemos intentado hacer las cosas de la mejor manera”
— nos dijo Itzel, cuando nos contactó por primera vez.
Detrás de esa frase, nos encontramos con una historia marcada por el amor, la paciencia y la voluntad de no rendirse. Itzel, mexicana de 33 años, y Pedro, cubano de 45, iniciaron su relación a distancia después de conocerse en Instagram en noviembre de 2022, cuando Itzel descubrió el trabajo fotográfico de Pedro a través de un amigo en común que había conocido en su primer viaje a Cuba.


Después de meses de mensajes, llamadas y videollamadas que se volvieron parte esencial de su rutina, Itzel y Pedro decidieron que era hora de dar el salto más grande: conocerse en persona. Había comenzado como una conexión digital, pero la intensidad de sus charlas y la afinidad que compartían pedían algo más tangible.
En el verano de 2023, con el corazón latiendo entre la emoción y los nervios, Itzel tomó un vuelo rumbo a La Habana. No era su primer viaje a Cuba, pero sí el más esperado. Durante cinco semanas caminaron las calles de la ciudad, compartieron cafés lentos, silencios cómodos y carcajadas espontáneas que hicieron que todo se sintiera natural, como si ya se conocieran de antes.
Ese tiempo no solo les sirvió para confirmar el amor que ya venían cultivando, sino también para entrelazar familias: el papá de Itzel incluso pudo conocer a Pedro, y entre conversaciones sinceras y momentos compartidos, supo que su hija estaba en buenas manos.
Aquel encuentro dejó claro que no querían separarse más. Así que tomaron una decisión que a muchos asusta, pero que para ellos se sintió inevitable: casarse. Iniciaron los trámites en La Habana, y como suele pasar en los caminos burocráticos, nada fue lineal.
Un error en el certificado de soltería casi echa a perder todo. Hubo llamadas de emergencia, revisiones de último momento y muchas emociones contenidas, pero finalmente lograron solucionarlo. La fecha quedó marcada: 17 de enero de 2024.
Ese día, rodeados por sus seres queridos, unieron sus vidas. A pesar del estrés previo, los nervios se transformaron en lágrimas de alegría. Los papás de Itzel volaron desde México para estar presentes, y junto con la familia de Pedro, celebraron la unión con abrazos, música y la certeza de que estaban presenciando algo real.

Una vez casados, comenzaron el complejo proceso migratorio: legalizar el acta cubana, inscribir el matrimonio en México y solicitar la visa por unidad familiar. Agendaron la primera entrevista para julio de 2024. Fue entonces cuando Pedro falló.
Aunque tenía muchísimos detalles por compartir sobre su historia, sus respuestas fueron demasiado breves, secas, como si estuviera rindiendo examen en vez de contar una historia de vida. La tensión y los nervios lo hicieron cerrarse, y no supo siquiera decir correctamente en qué ciudad había nacido Itzel. Tres semanas después, la respuesta fue negativa.

Este tipo de situaciones son más comunes de lo que parecen. Muchas personas creen que por tratarse de un trámite migratorio es necesario adoptar una postura estoica, casi fría. Sin embargo, la formalidad no está peleada con lo humano. En una entrevista consular, los datos por sí solos no bastan. Lo que verdaderamente da credibilidad a un vínculo es la emoción, los matices, las sensaciones compartidas, la naturalidad con que se narran las vivencias. Y Pedro, a pesar de tener una historia llena de momentos reales, no los supo transmitir.
Aun así, no se dieron por vencidos. Itzel viajó nuevamente a La Habana. Legalizaron otra copia del acta de matrimonio e intentaron obtener una nueva cita. Estaba bloqueado en el sistema.
Supieron de un correo para solicitar citas de emergencia y así consiguieron una segunda entrevista en noviembre de 2024. Aunque Pedro se había preparado un poco más, repitió el mismo patrón: respuestas breves, poco desarrolladas, sin emoción. El resultado fue otra reconsideración… y más tarde, otra negativa.
Fue entonces cuando nos llamaron: Querían hacer un recurso de revisión, pero sabíamos que en el consulado mexicano en La Habana ese camino tiene pocas probabilidades de éxito. Por eso les propusimos un enfoque más directo y eficaz: preparar bien a Pedro, pero de verdad. Ayudarlo a contar su historia con claridad y profundidad, no como si estuviera siendo juzgado, sino como alguien que simplemente quiere vivir al lado de la persona que ama.
Durante tres intensas videollamadas, trabajamos hombro a hombro con él para prepararlo a fondo. Le enseñamos a construir una narrativa auténtica, que no solo fuera creíble, sino capaz de conectar emocionalmente con su audiencia. Simulamos entrevistas reales, enfrentándolo a escenarios desafiantes que lo ayudaron a ganar confianza y soltura.
Lo guiamos paso a paso para que pudiera expresarse con seguridad, sin caer en exageraciones ni en silencios incómodos. El objetivo era que sus respuestas no fueran simples frases vacías, sino relatos basados en experiencias verdaderas, impregnados de emociones genuinas y reflexiones personales.


La tercera cita fue asignada para el 16 de junio de 2025. Esta vez Pedro llegó tranquilo, enfocado, confiado. Y cuando habló, lo hizo desde el corazón. Por primera vez, el funcionario consular no solo leyó un expediente: escuchó una historia humana. Y eso hizo toda la diferencia. Su solicitud de visado fue finalmente aceptada, y la pareja se sumió en una euforia tierna.
Hoy, por fin, esta pareja puede construir su proyecto de vida en México. Después de errores, frustraciones, distancias y burocracia, eligieron no rendirse. Eligieron pedir ayuda y confiar en que contar su historia bien contada podía abrirles la puerta que tantas veces les fue cerrada.
En Global Pass Agency no vendemos ilusiones, ni fórmulas mágicas. Lo que hacemos es ayudar a las personas a darle forma, estructura y fuerza a la historia que ya viven, para que esa verdad tenga la oportunidad de ser reconocida.
Esta es la historia de Itzel y Pedro.
Y como esta, hay muchas más por escribir...